jueves, 14 de octubre de 2010

Poesía del Recuerdo

El débil rayo de luz que se cuela por la ventana. Cerrada, siempre cerrada.
El murmullo del viento que logra atravesar las grietas de la puerta.
Entre cuatro muros se aloja lo que antaño fue un cuerpo con alma, la que hoy no es más que un recuerdo. Un recuerdo doloroso e imborrable, una memoria que entonces era motivo de alegría y que hoy es sal en las heridas aun abiertas de par en par, que ni siquiera sueñan en cicatrizar.
El último trazo marca la hora decidida para comenzar a alejarse. De la vida, de los recuerdos. Para siempre al fin.
Supliqué, nunca me escuchaste.
Me humillé, no te importó.
El calor de tu mirada fue sustituido por un frío témpano de hielo, y tu corazón, antes encendido en llamas, se congeló. Ya no hay rastros de calor. Solo frío, vacío.
Tu mirada se volvió penetrante.
Tu esencia se perdió.
Tú te fuiste sin voltear, y contigo se fue mi alma.
Por ello, nunca podré amar a nadie más.

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