Las personas con las que convivimos, causan un gran impacto en nosotros. Aún sin saberlo, si lo permitimos, son capaces de que un mal día cambie por uno bueno, e igualmente que un día de ensueño se convierta en una pesadilla. Pueden causarte tristeza, dolor, rabia, alegría, euforia, emoción.
En mi caso, sólo las personas que habitan Mi Mundo pueden hacerlo, el resto pasa sin tocarme, como si a mi alrededor hubiese un escudo transparente que simplemente rebotara esas palabras sin importancia. Aún así, de vez en cuando hay personas que no forman parte de Mi Mundo que logran llegar a un espacio recóndito dentro de mí, donde algunas emociones fluyen. He aquí el porqué de lo que comento:
Mi sobrina menor y Yo <3 |
Una vez más, me desperté con la certeza de que sería un día terrible (suele pasarme con regularidad últimamente): me levanté con dolor de espalda, la carpeta con el trabajo para la clase de las 7.30am y las imágenes para la exposición de mañana desaparecieron como una señal omnipotente de la veracidad de mis pensamientos, tuve que regresar, enviarle por correo el trabajo al profesor, sacar una copia por si no le llegaba (uno nunca sabe y a juicio de los profesores, tu tienes que resolverlo todo, así tengas que asesinar gente en el camino…) y en fin, nuevamente, el día comenzó con esa premisa. Iba enojada, muy enojada camino a la universidad y posiblemente podía notarse: la gente se apartaba a mi paso, y procuraban mantener cierta distancia conmigo, más de la distancia 'educada' con los desconocidos. Ya en el autobús, para mi deleite, pude encontrar un asiento vacío, y ante las quejas de la gente porque el conductor iba "como si llevara un poco e' cochinos aquí" (cita textual de la gente), en medio de mis conversaciones internas algo me hizo despertar, algo que chocó con mi labio, algo suave y cálido, algo que no esperaba: era la mano de un niño, de tez clara, cabello castaño y mirada alegre, sentado en las piernas de su padre a mi lado. Inmediatamente el hombre se disculpó, y reprendió al infante diciéndole que tuviese cuidado. Le dije que no importaba y, para mi sorpresa, le dediqué al pequeño una sonrisa. Si no hubiese sentido mis propios labios curvarse, posiblemente hubiese pensado que provenía de cualquier otro individuo de los muchos en el transporte público. Esa sonrisa repentina mía en un día que comenzó terriblemente, me hizo pensar, me di un tiempo para cerrar los ojos y respirar profundamente.
El golpe suave sin intención de un pequeño hizo del día de hoy uno de los más divertidos de mis recuerdos, y por primera vez, socialicé abiertamente con mis compañeros, hacia los cuales me mantuve muy cerrada durante todo este tiempo.
¿Qué interesante, no? Cómo un suceso inesperado puede cambiar completamente el rumbo de un día..
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