Estoy harta de todo.
Odio el ruido, ese ruido infernal del silencio que ensordece mi alrededor.
Odio la luz artificial que me da en la cara a altas horas de la noche entre mi insomnio.
Odio el color que pinta mis ojos por debajo, y la ligera hinchazón que se halla detrás.
Odio las sonrisas, las expresiones falsas de los rostros que no existen, de las miradas vacías y sin brillo.
Odio la sensación de estar tan unida a la tierra, tan encadenada al asfalto, tan prisionera del suelo.
Odio el viento que, con fuerza, golpea mi rostro, despeina mi cabello, desordena mis cosas.
Odio las creencias, los dogmas, los fanatismos.
Odio las murmuraciones, los chistes malintencionados, los comentarios clandestinos.
Odio el cansancio, la fatiga mental.
Odio la sensación certera de que soy una idiota.
Odio creer.
Odio saber.
Odio tener razón.
¿Cuánto más?
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